DESCRIPCION
Si en Rumanía se hubiera querido encontrar un rincón de paraíso, la naturaleza, las mejores tradiciones de la región y el gusto refinado de los diseñadores expertos se han unido de la manera más feliz para crear en Botiza uno de los refugios más bellos que existen hoy en Rumanía. En las verdes colinas de Maramureș, conservadas aquí tal como eran en el pasado, una familia profundamente enamorada de estos lugares se propuso crear una historia que realmente se destacara, tomando toda esa tradición, las antiguas casas de Maramureș y los artesanos de la madera altamente cualificados de la región, y añadiendo en su interior todo el confort y la calidez que los más altos estándares pueden exigir. Así, hoy, sobre nada menos que 94 hectáreas de ondulantes colinas, encontramos una finca que ofrece una mezcla de autenticidad y modernidad, de vida ancestral y las comodidades de hoy, pero sobre todo, una mezcla de paz interior, asombro ante la grandeza de la naturaleza y gratitud por todo lo que estos lugares tienen para ofrecer. El espacio habitable ofrece nada menos que 700 metros cuadrados de superficie construida, divididos en cuatro casas y un granero, todas tradicionales, específicas de la zona, pero completamente restauradas, renovadas y luego terminadas, amuebladas y equipadas con un estándar de calidad muy alto. Todas las casas están diseñadas para ser autosuficientes, con su propia cocina, sala de estar y dormitorios, y cada una de ellas ofrece interiores únicos donde las piezas de mobiliario de diseño de todo el mundo se mezclan con elementos decorativos tradicionales. La singularidad y el esplendor de este concepto de vida también han recibido reconocimiento internacional, ya que este proyecto ya ha aparecido en varias publicaciones internacionales de estilo de vida y diseño de primer nivel. Y como estamos en Maramureș, la finca también trae consigo muestras de la vida como siempre ha sido aquí, pero esto también se mezcla con elementos extranjeros, ya que en las verdes colinas encontrará varias docenas de vacas de las Tierras Altas y varias docenas de cabras alpinas francesas, residentes permanentes y proveedoras de delicias locales, así como cuatro caballos especialmente entrenados para montar, que deleitan a los visitantes y amigos de la finca. Las palabras son pocas y demasiado pobres para describir la belleza de los lugares y la calidez que ofrecen los espacios habitables tal como fueron concebidos. Sin embargo, una mañana fresca con un café caliente en el porche, donde se puede ver el sol salir sobre los bosques, una tarde en la terraza, donde los colores del atardecer se trasladan del cielo a una copa de chardonnay, o tardes de invierno donde el juego y el sonido del fuego traen recuerdos de las vacaciones de la infancia en casa de los abuelos, son momentos que se pueden vivir aquí todos los días.
