DESCRIPCION
Pazo levantado en la segunda mitad del S. XVII por orden del arzobispo D. Francisco Seixas. Uno de los edificios más emblemáticos de Cabañas, en el que destaca su portada de estilo barroco y el escudo de la fachada norte. Cuenta con 1700 m2 de inmueble y 17000 m2 de parcela.
Conocido como “Casa Grande” de Cabañas (A Coruña) fue edificado entre 1669 a 1672, considerándose un indicador de la introducción del barroco en el ámbito rural, aunque manteniendo la fuerte persistencia del clasicismo de la primera mitad del XVII.
Caserón compuesto por una planta baja, dos superiores y sus buhardillas con cubierta de pizarra, fachada con sencillas ventanas perfectamente alineadas.
La entrada principal se compone de un portalón adintelado con molduras, el friso y cornisa quebrados por los capiteles de las pilastras unifican la parte alta y sirven de base para el escudo de la casa, el cual se dividide en cuatro partes, donde aparecen las cinco palomas de los Seixas, los lagartos bajo losa de los Losada, la torre rodeada de zarzas de Riobóo-Pardiñas y un pino de los Piñeiro, manteniendo el sencillo estilo ornamental de la portada.
El patio interior cuadrado y rodeado por galerías de madera en la planta superior, tiene la función de acceso principal en el que destaca un cuidadoso enlosado de cantería, y el arranque de una escalera con antepecho de piedra a partir del primer rellano. Desde ahí se puede acceder al resto de espacios de esa planta por una de las puertas en la que el suelo es de tierra apisonada, y una puerta al fondo para salir al jardín.
En la planta principal la escalera desemboca en un recibidor, en el que una puerta conduce a la estancia en la que se encuentra un gran nicho en arco semicircular en el que hasta el siglo XX se guardó el archivo de los Riobóo. Hacia la parte posterior de la casa se encuentra el “despacho” con magníficas pinturas murales, lo que constituye otra de las singularidades de este pazo y refleja el valor y la grandeza de la construcción.
Encontramos también una gran “lareira” fruto de unas reformas acometidas a mediados del XVIII.
En cuanto a la distribución de la planta alta, se dedica enteramente a dormitorios.
Si continuamos la subida al bajocubierta nos encontramos con un espacio único e indescriptible, con espectaculares vistas, y compartimentado en distintos huecos con un el techo formado por un entramado de vigas de castaño, que cautiva al espectador por la nobleza de los materiales y la belleza de la composición, digna de la categoría de una obra de arte, finalmente rematada por una cubierta con losas de pizarra.
Al margen de la arquitectura, el principal punto de interés de este pazo reside en las pinturas murales del cuarto o “despacho” de la esquina sur, realizadas al temple, con un excelente dibujo en el que destaca la armónica gama cromática de azules, ocres y verdes. Y aunque desconocemos quien fue su autor, el mérito de estas pinturas es indudable ya que son muy escasas las pinturas de esta naturaleza conservadas en los pazos gallegos, integrando uno de los conjuntos de pintura mural de temática profana más importante del barroco gallego.
La finca se encuentra dividida en distintas terrazas, en el jardín se conserva una línea de bojes pegada a la muralla, y al otro lado un muro de contención que sostiene el terreno ocupado por un paseo.
Existe también un magnífico palomar de planta cuadrada con paredes de mampostería y cubierta de pizarra, junto al que se encuentra un cobertizo.
En la parte de arriba encontramos varios muros de contención que distribuyen la finca en distintas zonas, según la función a la que venía destinándose en la época de construcción, como plantación de frutales (limoneros y naranjos), zona de labor,… rematando en la parte más alta con dos Tilos centenarios, difíciles de encontrar en cualquier otro lugar del mundo.
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